martes, 6 de julio de 2010

Horacio Castillo

(Ensenada, 28 de mayo 1934 -
La Plata, 5 de julio de 2010)

LA PLATA.- Falleció ayer, a los 76 años, el reconocido poeta Horacio Castillo. Escritor, crítico, ensayista, traductor, abogado y miembro de número de la Academia Argentina de Letras y correspondiente de la Real Academia Española, estuvo marcado por el mundo y las letras griegas.
Opinaba que los occidentales han buscado el misterio en la oscuridad, mientras que los griegos lo han buscado en la luz: "Pertenezco, culturalmente, al mundo occidental de lo oscuro, y la frecuentación del mundo griego, empezando por su luminosa lengua, me ha permitido abrir una brecha y experimentar la transparencia, que hace visible lo esencial".
Comenzó a publicar sus poemas a principio de los 70. Su primer libro fue Descripción (1971), lo siguieron: Materia acre (1974), Tuerto rey (1982), Alaska (1993), Los gatos de la Acrópolis (1998), Cendra (2000), Música de la víctima y otros poemas (2003) y Mandala (2005). Este última cierra su período lírico, que fue reunido en varios volúmenes, entre ellos: La casa del ahorcado (1974-1999) y Por un poco más de luz (1974-2005).
Sus obras fueron traducidas al francés, inglés, portugués e italiano. Nacido en Ensenada, recordado por su serenidad, de rasgos marcados y palabra clara, aseguraba que la poesía es el instrumento de lo que nos excede. "La poesía es una forma de percepción de lo indecible, del misterio de la vida o, si no resulta demasiado pretencioso, de lo que se llama filosóficamente el ser".
Conoció a temprana edad a Ricardo Rojas y en Chile, a Pablo Neruda. En España se relacionó con Vicente Aleixandre. Y mantuvo correspondencia con el poeta griego y premio Nobel de Literatura (1979) Odysseas Elytis, de quien tradujo varios libros al castellano.
Entre sus traducciones de poesía griega figuran Epigramas de Calímaco (1979); Poemas de Odysseas Elytis (1982); María la Nube de Odysseas Elytis , en colaboración con Nina Alghelidis (1986); Romiosini y otros poemas , de Yannis Ritsos (1988), y Poesía griega moderna (1997).
En 2001 fue declarado ciudadano ilustre de La Plata y su obra obtuvo diversos reconocimientos, entre ellos el Premio Konex-Diploma al Mérito (1993) y el Primer Premio Fondo Nacional de las Artes por traducción literaria (1988).

Jesús Cornejo- De la corresponsalía de La Plata -para Lanacion.com
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ANDREW MARVELL A SU TÍMIDA AMADA

Si tuviéramos tiempo suficiente nos sentaríamos, tú
Donde moras, junto al río del Paraíso,
Y yo a orillas del Ganges donde lavo
Mis llagas, a esperar el día de la Consumación.
Porque el que ama desde antes del Diluvio
Bien puede ser rehusado hasta la Conversión de los Judíos,
Mientras hablamos treinta años sobre la Naturaleza de los Ángeles,
Cincuenta siglos sobre la Virtud y el Honor,
Cien milenios sobre la Oportunidad y otras máscaras del Deseo y la Pasión.
Pero siempre escucho chirriar a mis espaldas
El Carro del Tiempo y veo más allá de nosotros
Desiertos de Vasta Eternidad, la Patria del Gusano que,
Más feliz que yo, no tan fiel acaso, desgarrará
La Sutil Membrana que separa el Cielo de la Tierra.
¿Qué dirá entonces, allá arriba, tu Alma,
Contemplando semejante espectáculo? ¿Pensará
Que falta todavía la Resurrección? ¿Entenderá
La Enemiga de la Carne que nada existe si no puede gozarse?
Guárdate, si quieres, para el Polvo, para las Bodas de la Nada.
La Tumba es un lugar angosto y privado
Pero creo que nadie allí se abraza.

De “Cendra”


ARRIBA Y ABAJO

A Hölderlin

Arriba nada ha cambiado en todos estos años:
la luna sobre el álamo,
la cresta de los techos,
el altillo donde el señor Scardanelli
reverencia cada día a sus huéspedes.

Abajo crecieron y tuvieron hijos,
van y vienen por vituallas y noticias,
o vuelven como ahora de enterrar algún muerto
y saludan de paso al carpintero vecino
que tiene como inquilino a un dios.


EL VIEJO DE LA ALDEA

Miró los campos arrasados, pájaros que emigraban al oeste,
miró un árbol creciendo hacia el fondo de la tierra,
miró los ojos de un perro,
miró un niño,
orinó contra el sol.

De “Materia acre”
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“Hay poetas cuya obra no puede leerse desvinculada de la existencia que le ha dado origen. El título con el que Ungaretti reunió toda su poesía, Vita d’un uomo, es emblemático de este tipo de autores. Existen otros, sin embargo, cuyas creaciones responden más bien al postulado que T. S. Eliot formulara en su conocido ensayo La tradición y el talento individual: “mientras más perfecto sea el artista, mayor será la separación que se percibe en él entre el hombre que sufre y la mente que crea, más perfectamente elaborará la mente y transmutará las pasiones que componen su materia”. El “progreso de un artista”, entonces, dirá el autor de La Tierra Baldía, consiste en “un continuo sacrificio de sí mismo, una ininterrumpida extinción de la personalidad”. (The Sacred Wood, 1920).
No conozco una obra en nuestra poesía que cumpla mejor que la de Castillo este ascético programa artístico. La ascesis, quede bien claro, no consiste aquí en un alejamiento de lo que constituye la experiencia humana, sino en un proceso de decantación y transfiguración de esa materia de vida.”

De “El ojo núbil de la noche. Lectura de la poesía de Horacio Castillo” por Pablo Anadón (prólogo a la Antología “La Casa del Ahorcado” de Horacio Castillo, Buenos Aires, Colihue, 1999)

GNOSIS

De pronto se abre un ojo nuevo en la frente,
otro ojo en la nuca, sendos ojos en los parietales,
un ojo en la espalda, otro en el abdomen,
un ojo en la planta del pie.
Y todo se hace claro, obvio por fin:
la solapada materia del mundo,
la perversidad de lo real.

De “Tuerto Rey”
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En el ensayo «Horacio Castillo: '-Muele, molino, muele'» la escritora Lucila Févola, dice: "[...] Hay, singularmente, en los poemas de Castillo, lo que se podría denominar una verdadera orquestación, una partitura diferente en cada texto: la que surge de su asunto, como un todo, por la que cada poema quiere manifestarse como una experiencia diferente. [...] Esta estructura musical, que incluye la maravilla, lo numinoso, es un decir trágico en esencia. Eminentemente coral, se halla enraizado tanto en la exuberancia vital de la mitología griega como en el ascetismo cristiano. También aquí los tonos forman sus propias estructuras: un tono general se aviene a determinada clave musical en cada poema y, a partir de ella, tonos, más altos o más bajos, que se dicen entre sí. Son voces que se hablan y hablan, en otra instancia. Múltiples ritmos se oponen o se repiten o se corresponden, siempre diciéndose, cada poema es en sí mismo y, entonces, le dice al lector, para que él se diga.
"Se constituyen, de este modo, grupos conceptuales que operan, simultáneamente, con una estrema emotividad. Preguntas que se contestan por el empleo frecuente de paralelismos sintácticos, a modo de reiteraciones obsesivas, las cuales, por supuesto, también devienen rítmicas, musicales. Así, aparecen aliteraciones, onomatopeyas, estructuras anafóricas, sonoras, estribillos, contrapuntos. Elementos que sostienen un halo poético, es decir, un más allá de lo racional, pues al dejar que traspasen el miserable "yo", se van imponiendo. Entonces, lo lírico queda fundido con lo "narrativo", ya no narrativo en sí, sin fisuras. Esta integración, esa totalidad que es el poema ha dado paso a un advenimiento y hay que dejarlo ser, sin atributos. Esto lo logra un extremo rigor previo: un nuevo saber ha traspasado el "yo" del poeta, lo ha convertido en el "yo mítico", el de nuestra especie, ars combinatoria capaz de manifestarse como energía trágica; finalmente, rotunda energía vital."

De la revista "Tamaño Oficio" nº 31, Buenos Aires, noviembre de 2007.
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OMPHALOS

Toma una piedra —dijo el mensajero— y marca el centro del mundo.
Pregunté de puerta en puerta, de plaza en plaza, de ciudad en ciudad,
pero nadie sabía responder. Y seguí a tientas el camino,
perdiendo a veces el rumbo, volviéndolo a encontrar,
confiado solamente en las palabras del mensajero:
Toma una piedra y marca el centro del mundo.
Más de una vez estuve a punto de renunciar,
de echarme para siempre junto al sueño de los padres,
pero de pronto el corazón comenzaba a saltar dentro del pecho,
venían a mi boca palabras de una lengua desconocida,
y apresurando el paso exclamaba: Antes de que se vaya la estrella.
Así llegué a una tierra donde lo primero que vi
fue un hombre que había hecho un agujero en una tumba
y echando agua fresca, repetía: Bebe, hijo mío.
Después vi una multitud que excavaba el lugar
y sacando los huesos de los muertos los llevaba en un carro,
delante del cual iba una mujer arrojando piedras al sol
y gritando: Ocúltate, para que la muerte no encuentre el camino.
También vi un pájaro que había salido de un pozo
y estaba sobre el brocal, junto al cual las mujeres
se habían congregado para interrogarlo:
¿Qué has visto allá abajo? —decían. Y el pájaro contestaba:
He visto hombres rapados, muchachas despeinadas,
niñas mordiendo la manzana oscura de la nada.
Entonces las mujeres se asomaban a la boca del pozo
y arrojaban, gimiendo, grandes ramos de albahaca.
Había allí un árbol gigantesco, un tronco petrificado
junto al cual las muchachas llenaban de lana las almohadas
y colchones, y trenzando los cabellos de la novia, cantaban:
"Oh mi blanco algodonero, nadie te arrebatará,
y nuestro patio tendrá gracia, nuestra casa luz."
Los hombres bailaban gravemente en círculo
y el que llevaba la ronda, golpeando el suelo con el pie,
cantaba: "Esta es la tierra que nos comerá,
esta es la tierra que come niños, flores y muchachas."
Llegué junto al árbol y bailé con aquellos hombres,
tomados del hombro bailamos toda la noche,
hasta que mi boca empezó a balbucear una lengua desconocida
y volví a oír la voz del mensajero:
Toma una piedra y marca el centro del mundo.
Tomé una piedra y la puse junto al árbol
y la piedra se llenó de hojas, el árbol de sol.

De "Alaska"

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